viernes, 14 de noviembre de 2008

Superviviente

Vi carne y sangre,
los pedazos de vida que ya no eran.

Como un demonio,
una explosión derritió vísceras y entrañas.

El bebé ya no llora
porque una estampida de pánico reventó su cabeza.

Y hoy, más que nunca,
me siento superviviente,
de la explosión, de mí mismo y de los demás,
de no haber sido inmolado,
de no haber sido el bebé
y de de no pisarlo.

Después volví a buscar a Dios.
Lo hacía en las aceras,
en los parques, en las caras,
en los huesos, en las vías,
en la carne, en la vida,
en la muerte y en la lluvia.

En el consuelo y en el alma,
en el tren y en los niños,
en el bebé y en la nada.

No hay comentarios: