lunes, 17 de noviembre de 2008

Hiroshima

“…sumido en esa especie de distracción que había sentido toda la mañana —acaso debida a la pesadilla y a la mala noche que había pasado—, comenzó a caminar a lo largo del corredor principal hacia las escaleras. Había dado un paso más allá de la ventana cuando el resplandor de la bomba se reflejó en el corredor como un gigantesco flash fotográfico. Se agachó sobre la rodilla y se dijo, como sólo un japonés se diría: “Sasaki, gambare! ¡Sé valiente!” Justo entonces (el edificio estaba a 1.508 metros del centro) el estallido irrumpió en el hospital. […]”
Hiroshima, de John Hersey

Parece que el hombre tiende a la autodestrucción y que cada nuevo invento o descubrimiento no nos lleva al progreso, sino a atacar al prójimo: el hueso (del mono de Kubrick), el fuego, la pólvora, el petróleo o la fisión nuclear son sólo unos pocos ejemplos de la ciencia puesta al servicio de la muerte. Hubo un pensador, de cuyo nombre no logro acordarme, que dijo que tras la ii guerra mundial (jamás una guerra debería ir en mayúscula), la humanidad merecía desaparecer. No, pero casi.

P.D. Gracias a María Sánchez (la Roja Razón) por prestarme el libro, os lo recomiendo.

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