martes, 18 de noviembre de 2008

El viaje de una hoja de lechuga

Creo que una de las mejores virtudes del arte es la de reproducir los sentimientos no sólo del autor, sino también del «receptor» de la obra. Para ser más prosaico, lo que quiero decir es que es fantástico cuando estás leyendo algo que te conmueve y exclamas para ti: «es exactamente lo que yo siento». Para ejemplificar esto:

«Se está bien en la iglesia, como en todas las iglesias, por otra parte. Al menos yo siempre me siento afortunada dentro de una iglesia. Aunque no puedo presumir de ser una católica muy practicante, debo reconocer que las iglesias católicas ejercen una enorme fascinación sobre mí. Si me siento mal, inquieta, acongojada o estresada, sólo tengo que entrar en una iglesia y sentarme unos minutos en un banco. Enseguida se regula mi respiración, me tranquilizo y actúa sobre mi ánimo el lenitivo del espacio sagrado, por mucho que una sea atea.»

Extraído de El viaje de una hoja de lechuga de Ángela Vallvey

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