Iré al grano: “Involucrado”, de Josué Ramos es una de las más
interesantes óperas primas del patrio del presente año. El joven director (y en
esta ocasión también actor) nos engancha desde los primeros minutos, con una
historia muy humana en la que el espectador, a pesar de saber que el protagonista
puede acabar mal, no deja de pensar: “Ya, pero quizá yo hubiera hecho lo mismo”.
El ritmo es endiablado, lo cual tiene aun más mérito teniendo
en cuenta su “estética” de documental: nos creemos la historia y nos “involucramos”
en ella; por poner dos ejemplos, en el plano de la escalera somos nosotros
quienes intentamos asomarnos más y, en el del baño, los que nos agazapamos
esperando no ser vistos. Además, sus ajustados momentos de humor, no sólo no
desentonan, sino que también nos hacen soltar tensión para que, literalmente,
no nos asfixiemos.
No obstante, todo sería un castillo de naipes frente a un
ventilador si no se hubiera cimentado sobre unas actuaciones cautivadoras y
extremadamente sinceras: los personajes nos sonríen, nos dan empujones, nos
abrazan y, como he dicho anteriormente, nos hacen sus cómplices. Deseo, por el
bien del cine español, que volvamos a ver de nuevo a estas caras.
En conclusión, “Involucrado” es una gran historia, con pocos
medios económicos, pero con tanta riqueza artística desde todos sus puntos de
vista, que es imperdonable perdérsela.
